Don Quijote
Caballero de la juventud inmortal:
a los cincuenta años se dejó arrastrar
por su idea, que latía en su pecho.
Una mañana de julio salió a la conquista
de lo bello, lo recto, lo justo.
Ante sí: el mundo
con sus gigantes tontos y mulos.
Debajo: Rocinante.
Triste, pero heroico.
Yo lo sé: si por azar cayeras en la pura nostalgia
y tienes además un corazón más blando que la nieve,
no habrá más caminos, Don Quijote mío, no habrá más caminos.
Hay que luchar con los molinos.
Tienes razón.
Sin duda, tu Dulcinea es la mujer más bella de la tierra.
Sin duda hay que gritarlo a la cara de los hipócritas.
Te arrojarán a tierra.
Te apalearán ferozmente.
Pero tú, paladín invencible de nuestra sed,
seguirás ardiendo como una llama
firme dentro de tu coraza de hierro.
Y Dulcinea se volverá doblemente más bella.
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