The New Yorker sobre futebol
EDITORIAL Verano 2012
Futbolizar la cultura o culturizar el fútbol. Esta publicación es un humilde intento por conseguir esos objetivos. Introducir en el mercado del arte impreso y audiovisual una pelota o sembrar letras en la hierba requiere visión de juego. Quién mejor que un líbero para emprender esa tarea. Un jugador que se adelanta a las jugadas, analiza mejor que nadie el esquema y sobre todo, hace mejor a todo el que se relaciona con él.
El
líbero es un defensa que ataca. En el ostracismo desde que el fútbol
se autodenomina moderno, esta posición táctica es la única capaz
de enseñar, a todo aquel que se acerque a este maravilloso juego, a
ver el fenómeno fuera de la caverna de Platon. Desde que este
jugador desapareció de las pizarras de los vestuarios en favor del
doble pivote, pongamos que los años 90, el deporte ha caminado al
galope hacia la banalización. El aficionado, a veces, sólo se
aproxima a un bombardeo de imágenes reflejadas en la pared
platoniana.
Los
héroes cambian de domingo a miércoles -o de lunes a jueves, o de
martes a sábado- gracias al consumismo que muchas veces encumbra a
jugadores con pies de arcilla. Los empeines de porcelana se pierden
en las categorías inferiores donde las tragedias y la debilidad
humana no tienen cabida. ¿Dónde habita el fútbol de verdad? El
primer ejemplar de Líbero busca en el pasado para revitalizar las
emociones de este deporte. La memoria no es un simple ejercicio de
nostalgia. Para pasar página, hay que leerla primero.
Albert
Camus dijo que desde la portería aprendió mucho en la vida de las
grandes ciudades, “donde la gente no suele ir siempre de frente”.
“La pelota nunca viene por donde uno espera que venga”,
comparaba. Un portero es el único actor del teatro de los 11
preparado para lo imprevisto. No sabemos si el lector seguirá
comprando nuestra entrada o le parecerá fría la grada. Nuestro
objetivo es que vuelva a sentirse como el niño que vuelve a casa
después de haber hecho su primer regate. Como el joven que vio por
primera vez a su equipo levantar una copa. Como el adulto que sonríe
cuando su hijo le narra el gol del recreo.
Puede
que el fútbol no resuelva ninguno de los problemas de la sociedad
actual. Pese a todo, como dice el poeta granadino Luis García
Montero: el fútbol “son noventaminutos
en un vaso de agua, pero a mí me han quitado muchas veces la sed”.
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