«(...)Pero no me refiero solo al ámbito social. El reto mayor es el interior. ¿Cómo vivir la vida cuando se ha quedado sin trucos defensivos ni disfraces? La vida cruda y limpia en el lento e incandescente tiempo de la peste. Entre los sanadores y maravillosos chistes que recorren las redes (bendita tecnología que nos une) me llegó esto: “Dice una amiga que con esto del aislamiento en casa ha estado hablando un rato con su marido y que le ha parecido muy simpático”. Esa es la cuestión: intentemos encontrarnos simpáticos. O intentemos simplemente encontrarnos. Cuando el ruido y el movimiento incesante se paran, queda lo real. Aguantar semanas con unos niños a los que normalmente aparcas en algún lado. Convivir de verdad con tu pareja en un ámbito estrecho, y aprender no sólo a escucharla, sino también a respetar su ausencia en la presencia. Soportar tu soledad, si vives solo, y lograr sentirte a gusto en ella. Y, sobre todo, manejar bien el tiempo. En vez de perderlo, quemarlo, tirarlo (la vida es eso que ocurre mientras nosotros nos ocupamos de otra cosa, según una supuesta frase de John Lennon) como hacíamos en la agitación de la normalidad, ahora tenemos una oportunidad única para habitar el presente. Para llenar de conciencia y de voluntad cada minuto. Para discernir entre lo esencial y lo superfluo. Intentemos que esta prueba, y la dolorosa resaca económica que vendrá, nos enseñe por lo menos a ser un poco mejores.»