As sábias palavras
de Samir Naïr
(...) Sabemos que la crisis actual es del mismo o quizá peor tamaño que la de 1929. Sus efectos se pueden medir cuantitativamente en número de parados, empleos precarios, bajada de sueldos, aumento de la competitividad entre los asalariados que sufren el chantaje al empleo. También sabemos los efectos colaterales sobre el medio ambiente (primera partida presupuestaria suprimida o drásticamente reducida por todos los poderes políticos europeos desde 2008), la reducción de inversión en todo lo que mantiene un vínculo social digno (sanidad, educación, vivienda, etcétera).
Pero lo que se mide más difícilmente y sin embargo está directamente ligado a la crisis, es la dimensión subjetiva, humana, psicológica, de la crisis sobre los seres humanos. Ya en los años treinta, el gran sociólogo austriaco Paul Hartzfeld publicó una investigación, Los parados de Marienstrasse, que ha quedado como una obra maestra sobre los daños del paro en la identidad personal del parado. Sus características son invariables: el paro de larga duración provoca el desprecio de uno mismo, la distancia respecto a (y a menudo de parte de) los demás, la devaluación del estatus en el seno de la familia, la pérdida de confianza y el debilitamiento en la competición social, la aceptación cada vez más resignada de la degradación de las condiciones de vida. Lo más importante es el sentimiento de derelicción, esto es, de desamparo, abandono, inutilidad social, que invade al ser humano así humillado. Lo más duro es el despertar diario sin nada que hacer; el vivir otro día más el fracaso social, no ver el fin del túnel, el fin del ser nada. Lo más indigno es pedir ayuda, cobrar el paro, cuando uno quiere trabajar. (...)»