estilhaços em Atenas
El “catálogo de atrocidades” que el Gobierno griego “se vio obligado a
firmar con una pistola en la sien” —las dos citas son textuales, la
primera del semanario alemán Der Spiegel, la segunda, de fuentes del Ejecutivo en Atenas— hipoteca el futuro inmediato del primer ministro, Alexis Tsipras,
para muchos la víctima propiciatoria del acuerdo. La aceptación de la
propuesta de los socios, con vergonzantes exigencias de revisión de todo
lo legislado desde febrero —salvo las medidas para paliar la crisis
humanitaria—, se ha vivido este lunes como una bofetada de humillación,
o como un cruel aterrizaje en la realidad, no sólo entre el Ejecutivo
sino, sobre todo, dentro de Syriza. Su ala izquierda rechazará en el
Parlamento los proyectos de ley que Bruselas exige que sean tramitados
antes del jueves para empezar a negociar el rescate europeo;
otros grupos marginales exigen una nueva dirección en el partido y
amenazan con formar el suyo propio. La ruptura de Syriza está servida.
A su regreso de Bruselas, Tsipras se reunió con sus ministros y
asesores, y a continuación con su socio de gobierno, Panos Kamenos,
líder de los ultranacionalistas Griegos Independientes (ANEL, en sus
siglas en griego), que con sus 13 escaños daban la mayoría absoluta a
Syriza (149 diputados de una Cámara de 300). En las últimas horas,
Kamenos, actual ministro de Defensa, ha manifestado en Twitter su
oposición al contenido del acuerdo, y es previsible que sus diputados
hagan lo mismo en la votación parlamentaria. A primera hora de este
martes, además, se reúne el grupo parlamentario de Syriza bajo la
presidencia de Tsipras. Más de una treintena de sus diputados podrían
votar contra el Gobierno.
En las próximas horas, Tsipras debe también decidir sobre el futuro
de la presidenta del Parlamento, Zoí Konstandopulu, que el sábado se
abstuvo en la votación de la propuesta griega enviada a Bruselas
(en total, los diputados disidentes de Syriza fueron 17, lo que le ha
hecho perder su mayoría parlamentaria), ya que no parece dispuesta a
dimitir voluntariamente. “Los diputados [de Syriza] han suscrito todos
ellos un código deontológico por el cual están obligados a renunciar y
devolver sus actas al partido si rompen la disciplina de voto”, recuerda
Elías Nikolakópulos, catedrático de la Universidad de Atenas; “sin
embargo, no sabemos si en estas circunstancias especiales lo harán”.
La siguiente tarea de Tsipras, pura cuestión de horas, es la
remodelación del Gobierno, con la sustitución como mínimo de cuatro
ministros rebeldes, aunque parece que los cambios abocarán a un Gabinete
de concentración o unidad nacional, que Tsipras sólo podría constituir
con ayuda de los tres partidos de la oposición proeuropea, con cuyos
líderes contactó tras el acuerdo de Bruselas.
Stavros Theodorakis, líder del liberal To Potami, lleva semanas
defendiendo la formación de un Gobierno de este tipo, aunque no
contempla participar en él, sólo proponer al primer ministro una lista
de nombres para integrarlo. El socialista Pasok y la conservadora Nueva
Democracia también han defendido la conveniencia de un Ejecutivo de
colaboración, del que no rechazan formar parte. Esta opción fue apuntada
en la mañana de este lunes por uno de los hombres más próximos a
Tsipras, el ministro de Trabajo, Panos Skurletis, que, haciéndose eco
del sentir de la mayoría de Syriza, ha señalado que se trataría de un
Gabinete provisional, para sacar adelante las acciones prioritarias que
exige Bruselas —la segunda tanda de medidas debe votarse antes del 22 de
julio—, y al cabo de un par de meses, celebrar elecciones. La oposición
y los acreedores, sin embargo, prefieren un Gobierno de mayor duración.
Como efecto inmediato del acuerdo, y al margen del cierre de los
bancos al menos durante un par de días más, la paz social que ha
imperado desde las elecciones de enero ya se ha visto perturbada, con la
celebración de varias manifestaciones contra el acuerdo y por el no,
además de sendas huelgas, una de farmacéuticos y otra —de 24 horas—
convocada para el miércoles por el poderoso sindicato de funcionarios
(Adedy, en sus siglas griegas). “Es culpa de la falta de preparación y
la inexperiencia del Gobierno, no han sabido negociar teniendo enfrente a
pesos pesados como Merkel y han pagado cara su ingenuidad; no pueden
existir otras razones para aceptar esta humillación, máxime cuando
sabían perfectamente que el partido se les iba a volver en contra”,
señala Lefteris Pandakis, miembro de Adedy y cargo intermedio de Syriza. »